“Y un frío viento del Norte , le congelo el corazón,
para detener su dolor ante tanta destrucción;
pues desolada como estaba ante tanta vejación,
sus lágrimas de madrugada lloraban la sinrazón.
Pero un tibio sol mañanero con su cálida atención
fundió el muro que atenazaba tan preciada creación.
Hoy el muro que fue, alimenta la pasión,
hacia un horizonte más amplio que desveló al corazón”.
Con sus ciclos y estaciones la naturaleza indómita nos muestra su misterio para adaptarse a un tiempo en constante variación, no ya desde el sometimiento sino en constante adaptación.
La observación de la energía que nos transmite en cada ciclo muestra sutiles diferencias y como se relacionan estos elementos: agua, frío, viento, sol, tierra, hojas.
Cada uno de ellos tiene en su contacto con los demás una función y una vibración que va más allá de los aspectos formales de su esencia primera.
El rocío de la mañana condensado y cristalizado alrededor de una simple hoja nos sugiere una serie de imágenes evocadoras de otras tantas posibilidades.
La hoja en forma de corazón, los blancos cristales que lo rodean,
¿lo congelan o lo engrandecen a pesar del frío?, no es ese mismo hielo,
detenido en el instante, el que luego y gracias a la cálida luz del sol
cuando se funda y riegue la tierra nutrirá sus raíces para que crezca?
No reposa la naturaleza en invierno para renacer con fuerza en primavera!!!
No son acaso las lagrimas de ayer, las que nutrieron los cimientos de la pasión que florece hoy, ya sin los muros de la propia destrucción.
Dejar reposar las energías internas para que broten llegado el momento.
La naturaleza nos muestra como descansar en el largo invierno, para guardar energías y preservar las semillas que brotarán con fuerza de nuevo en PRIMAVERA.
